- ¿Es posible alcanzar la «conciencia cósmica»?
- ¿Qué es la conciencia?
- Pregunta de G.: ¿qué se nota durante la observación de si? Nuestras respuestas. G. indica que hemos dejado escapar lo más importante.
- ¿Por qué no notamos que no nos recordamos a nosotros mismos? «Ello observa», «ello piensa», «ello habla». Tentativas de recuerdo de si.
- Explicaciones de G. La significación del nuevo problema. Ciencia y filosofía. Nuestras experiencias.
- Tentativas de división de la atención.
- Primera sensación del recuerdo de sí voluntario.
- Los recuerdos que nos quedan del pasado. Nuevas experiencias.
- Sueño en el estado de vigilia, y el despertar.
- Lo que ha pasado por alto la psicología europea.
- Diferencias en la comprensión de la idea de conciencia.
- El estudio del hombre debe seguir paralelamente al estudio del mundo.
- La primera ley fundamental del Universo: ‘la ley de tres, y la segunda ley fundamental que la sigue: ley de siete o ley de octava.
- Ausencia de continuidad en las vibraciones.
- Octavas. La escala de siete tonos. La ley de «intervalos».
- Necesidad de choques adicionales. Lo que sucede en ausencia de choques adicionales.
- Para hacer, hay que ser capaz de dirigir los «choques adicionales».
- Octavas subordinadas. Octavas interiores.
- La vida orgánica ocupa el sitio de un «intervalo». Influencias planetarias.
- La octava lateral sol-do.
- La significación de las notas la, sol, fa.
- La significación de las notas do. si.
- La significación de las notas mi, re.
- El papel de la vida orgánica en los cambios de la superficie terrestre.
Un día le pregunté a G. si creía posible alcanzar la «conciencia cósmica», no sólo por un instante sino por un período más largo. Yo entendía por «conciencia cósmica» — tal como lo he expuesto en mi libro Tertium Organum — la conciencia más elevada que le es accesible al hombre.
-No sé a qué llama usted «conciencia cósmica», dijo G. Es un término vago e indefinido; cada cual puede llamar por este nombre lo que quiera. En la mayoría de los casos, lo que se llama «conciencia cósmica» no es sino fantasía, ensueño, asociaciones, todos ellos acompañados por un trabajo intensivo del centro emocional. Esto puede llegar hasta el umbral del éxtasis, pero muy a menudo no se trata sino de una experiencia emocional subjetiva al nivel de los sueños. Por lo demás, antes de hablar de «conciencia cósmica» debemos definir en general qué es la conciencia.
«¿Cómo define usted la conciencia?
—La conciencia se considera indefinible, dije yo. Y, en efecto, ¿cómo podría definirse siendo cualidad interior? Con los medios ordinarios de que disponemos es imposible establecer la presencia de la conciencia en otro hombre. No la conocemos sino en nosotros mismos.
—¡Palabrería científica habitual! dijo G. Ya es tiempo de que se libere de toda esa sofística. No hay sino un punto justo en lo que ha dicho: es que usted no puede conocer la conciencia sino en usted mismo. Pero fíjese bien, usted no puede conocerla sino cuando la tiene. Y cuando no la tiene, no puede reconocer, en ese mismo momento, que no la tiene; sólo más tarde podrá hacerlo. Quiero decir que cuando vuelva, usted podrá ver que ella ha estado ausente durante largo tiempo y recordar el momento en que desapareció o aquél en que volvió a aparecer. Podrá también determinar los momentos en que se encuentra más cerca o más lejos de la conciencia. Pero al observar en usted mismo las apariciones y desapariciones de la conciencia verá inevitablemente un hecho que nunca ve, del cual jamás se ha dado cuenta, y es que los momentos de conciencia son muy cortos y están separados los unos de los otros por largos intervalos de completa inconsciencia, durante los cuales su máquina trabaja en forma automática. Verá que puede pensar, sentir, actuar, hablar, trabajar, sin estar consciente. Si usted aprende a ver en usted mismo los momentos de conciencia y los largos períodos de mecanicidad, verá en los otros, con la misma certidumbre, en qué momentos son conscientes de lo que hacen y en qué momentos no lo son.
«Su principal error es el creer que siempre tiene conciencia, el creer, en general, que la conciencia siempre está presente o que nunca está presente. En realidad, la conciencia es una propiedad que cambia continuamente. Ora está presente, ora no lo está. Hay diferentes grados, diferentes niveles de conciencia. La conciencia y los diferentes niveles de conciencia deben comprenderse en nosotros mismos por ¡a sensación, el sabor que tenemos de ella. Ninguna definición nos puede ayudar y no es posible ninguna definición, mientras no comprendamos lo que debemos definir. La ciencia y la filosofía no pueden definir la conciencia porque quieren definirla donde no la hay. Es necesario distinguir la conciencia de la posibilidad de conciencia. Nosotros no tenemos sino la posibilidad de conciencia, y raros vislumbres de conciencia. Por consiguiente, no podemos definir qué es la conciencia.
» No comprendí inmediatamente lo que G. decía sobre la conciencia. Sin embargo, los principios básicos de su enseñanza llegaron a ser claros para mí en el curso de las conversaciones siguientes.
Un día, al comienzo de una reunión, G. nos pidió contestar por turno a esta pregunta: «¿Qué era lo más importante que habíamos notado durante nuestras observaciones?» Algunos dijeron que durante sus tentativas de observación de sí, lo que habían sentido con más fuerza era un flujo incesante de pensamientos que les había sido imposible detener. Otros hablaron de su dificultad en distinguir el trabajo de un centro del trabajo de otro centro. En cuanto a mí, evidentemente no había comprendido del todo la pregunta, o más bien contesté a mis propios pensamientos. Expliqué que lo que me había impresionado más fuertemente en el sistema era la interdependencia de todos sus elementos — estaban ligados entre sí de tal manera que for-maban un solo todo «orgánico»— y el significado enteramente nuevo para mí que ahora tomaba la palabra conocer, que ya no solamente quería decir conocer tal o cual aspecto, sino la relación entre este aspecto y todos los otros.
G. estaba visiblemente descontento con nuestras respuestas. Yo había comenzado a adivinar que en tales circunstancias esperaba de nosotros testimonios de algo bien definido que se nos había escapado o que no habíamos podido asimilar.
—Hasta ahora, dijo él, ninguno de ustedes ha captado la importancia capital del punto que, sin embargo, yo les había señalado. Ustedes siempre se olvidan, nunca se acuerdan de sí mismos.(Pronunció estas palabras con una insistencia especial.) Ustedes no se sienten a sí mismos; no son conscientes de sí mismos. En ustedes, «se observa», o bien «se habla», «se piensa», «se ríe»; ustedes no sienten: «Soy yo el que observa, yo observo, yo noto, yo veo.» Todo se nota por sí solo, se ve por sí solo… Para llegar a observarse realmente, ante todo hay que recordarse a sí mismo (insistió de nuevo). Traten de recordarse a sí mismos cuando observen, y más tarde me dirán lo que ha pasado, cuál ha sido el resultado. Tan sólo tienen valor los resultados obtenidos durante el recuerdo de sí. De otra manera, ustedes mismos no existen en sus observaciones. Y en este caso, ¿qué valor pueden tener?»
Estas palabras de G. me hicieron reflexionar mucho. De inmediato me pareció que eran la llave de todo lo que había dicho antes sobre la conciencia. Sin embargo, decidí no sacar de ellas conclusión alguna, sino solamente tratar de recordarme a mi mismo mientras me observaba.
Desde las primeras tentativas, pude ver cuán difícil era esto. Al comienzo, las tentativas de recuerdo de sí no me dieron ningún resultado, pero me mostraron que de hecho nunca nos recordamos a nosotros mismos.
—¿Qué más quiere usted? dijo G. Comprender esto tiene en sí una importancia capital. Los que saben esto ya saben mucho. Todo el problema es que nadie lo sabe. Si usted le pregunta a alguien si puede recordarse a sí mismo, naturalmente le contestará que si. Si le dice que no puede recordarse a sí mismo, se enojará o pensará que usted está loco. Toda la vida está basada en esto, toda la existencia humana, toda la ceguedad humana. Si un hombre saberealmente que no puede recordarse a sí mismo, ya está cerca de una comprensión de su ser.» Todo lo que decía G., todo lo que yo pensaba y sobre todo lo que me habían mostrado mis tentativas de «recordarme a mí mismo» me convencieron muy rápidamente de que me encon-traba en presencia de un problema enteramente nuevo que hasta ahora la ciencia y la filosofía habían descuidado.
Pero antes de hacer deducciones, trataré de describir mis tentativas de «recordarme a mí mismo».
Mi primera impresión fue que los ensayos de recuerdo de sí, o de ser consciente de sí, de decirse: Soy yo el que camina, soy yo el que hace esto, al tratar continuamente de experimen-tar la sensación de este yo — detenían los pensamientos. Cuando tenía la sensación de mí, ya no podía ni pensar ni hablar: las mismas sensaciones se obscurecían. Por eso no se puede «re-cordarse a sí mismo» de esta manera sino por algunos instantes.
Yo había ya hecho ciertos experimentos en «detener el pensamiento» del tipo de aquellos que son mencionados en los libios sobre el yoga, por ejemplo el libro de Edward Carpenter: From Adam’s Peak to Elephanta, aunque en este caso se trata de una descripción muy general.
Los primeros ensayos de «recuerdo de sí» me hicieron recordar mis tentativas anteriores. En efecto, ambas experiencias eran casi idénticas, con la única diferencia de que al detener los pensamientos la atención está totalmente orientada hacia el esfuerzo de no admitir pensa-mientos, mientras que en el acto del «recuerdo de sí» la atención se divide: una parte se dirige hacia el mismo esfuerzo, otra hacia la sensación de sí.
Esta última experiencia me capacitó para llegar a una cierta definición, posiblemente muy incompleta, del «recuerdo de si», que sin embargo probó ser muy útil en la práctica. Yo hablo del recuerdo de sí, en lo que se refiere a la división de la atención: siendo ésta su rasgo característico.